Paradiso, por Luis María Valero
Me correspondió Murcia como ciudad, pudo ser otra cualquiera. Y como tú, intento encontrar refugios de belleza allí donde puedo. Hay mucha belleza pero también mucha antibelleza en Murcia. Es la ciudad que nos tocó. Una vez le recomendé un bar a TheMurciaList, La Canija, y como le gustó, tengo un mínimo crédito. Voy a usar ese crédito en este artículo.
Negroni y mejillones |
Me voy a vivir
pronto a la zona norte de Murcia, y últimamente me llego los fines de semana
hasta las faldas de mi futuro edificio. Yo lo miro con las manos en los
bolsillos, y él me mira. Tras sentir el pertinente vértigo al pensar en el
futuro, siempre paro a la vuelta en el Bar Paradiso. Tampoco voy a entrar en
demasiados detalles, porque una descripción excesiva te bloquea lo descrito,
como esos guías de museo que te cierran completamente un cuadro abrumándote con
datos. No, no: deberían solamente insinuarte el cuadro, orientarte hacia él.
Té matcha |
El Paradiso,
que ya existía antes pero creo que tiene nueva dueña desde hace relativamente
poco, está en una calle peatonal frente a la Biblioteca Regional de Murcia,
concretamente la calle Azarbe del Papel. El bar está aislado casi completamente
del ruido de los reyes de la ciudad: los coches. Porque los coches están ahí
cerca, en la avenida Juan Carlos I, pero lo suficientemente lejos. El Paradiso
se esconde de ese jaleo, se embosca. Polivalencia: un desayuno escondido, un
escondido aperitivo, incluso una merienda apartada, o una copa nocturna
tranquilísima. Todo eso propone desde su versatilidad. Y sobre todo: poco ruido
y sol en su encantadora terraza para derretir el invierno, con la promesa de
que en verano todo cambiará de sentido, es decir, todo girará hacia
tardes-noches frescas.
Berberechos |
Llégate a la
terraza del Paradiso hacia las 11 para un desayuno tardío. Muchos tipos de pan:
pasas y nueces, zanahoria, integral… Es de esos sitios inclusivos con el
aguacate o el salmón ahumado, por ejemplo. Bastante europeos al respecto:
conciben que te pueda apetecer aguacate en la tostada. La macrobiótica
recomienda no tomar café, pero a duras penas sabemos lo que es la macrobiótica:
tú pídetelo, porque además el café que tienen es Blackzi. Sísí, esa marca extraordinaria
que también tienen en El Baretto o el Milano. También sospecho que tienen bebidas
de esas modernas, batidos y zumos de colorines. Yo personalmente no soy muy de
eso. Dale chance, eso sí, a su versión del té matcha. Muy buena.
Margarita |
Llévate un buen
libro y aléjate un rato de este siglo, o si no queda más remedio y vas con otro
humano, habla con él. Podéis incluso llegar al acuerdo de guardar silencio. Lo
importante es pegarte un señor desayuno al sol. Importante: fíjate en el
carisma de la dueña, que se parapeta tras unas gafas de sol y posee esa dulzura
natural que sólo las mujeres dominan. Son más tiernas que nosotros, las mujeres.
Qué envidia. Esa mujer parece hacer su trabajo con amor, disfruta, lo cual es
un milagro en estos tiempos. ¿No os da armonía ver a un podólogo, a un cerrajero,
a un veterinario o a una dueña de un bar que disfrutan ejerciendo sus oficios?
En este caso es muy evidente: los detalles, los modales, las palabras que usa…
No le da igual. En todos los trabajos hay gente que está de vuelta y gente que está
de ida. Esta mujer está de ida.
Tras alargar el
desayuno a tu ritmo lento, pasado ya el mediodía, juégatela con un negroni. Da
la sorpresa. Sísí, te puede dar un golpetazo bueno, de repente. O te puede dar
la vida. Has llegado congelado y a los diez minutos de solecito ya te habías
quitado el abrigo, pero el negroni puede ayudarte a dar el siguiente paso. El
negroni puede dejarte en manga corta, una mañana de invierno. “La gente no
suele pedir negronis”, me dice la dueña, “porque es un cóctel fuerte y no se atreven”.
Atrévete tú. Está tremendo. O si no, quédate en el peldaño de una buena cerveza
fría, o un vermú. O un cóctel menos serio que el negroni: un margarita, un
daikiri… Los que yo he probado están buenísimos.
Pero la soledad
no es buena, así que no dejes aislado y triste a ese negroni: dale la compañía
de una buena lata de mejillones, o de unos berberechos. Calidad. Estás
estimulando el paladar pero no lo estás atrofiando. Si tienes comida luego, vas
a poder darlo todo, vas a llegar al cien por cien, sin tener que dar explicaciones.
El bar también tiene comida propia, aunque no he profundizado más allá de las
tostadas y los acompañamientos del cóctel. Creo que tienen burritos, e incluso
comida vegana. También meriendas de esas modernas, con gofres y crepes, para
redondear su versatilidad.
Supongo que
gracias a esa polivalencia, uno puede usar el Paradiso para lo que quiera: para
el café rápido antes de ir a trabajar o para la copa lenta de la noche, con
toda una gama de tonos entre esos dos extremos. A mí, de momento, me da
mediodías soleados de invierno al margen de los siglos, y me promete noches
frescas de verano guardando silencio cuando mis compañeros de mesa saquen el
tema de Shakira y Piqué.
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